La historia de la Industria
La Primera Revolución Industrial fue un proceso que se desarrolló desde mediados del siglo XVIII. Como consecuencia de tal proceso se produjo una serie de cambios tecnológicos que supusieron un impacto inmenso en las sociedades. Esta revolución se asentó en la mecanización del trabajo, el uso del carbón y la concentración de capitales. Las consecuencias derivadas de la Primera Revolución Industrial del mismo fueron tanto económicas como sociales, culturales e, incluso, ambientales. Las innovaciones tecnológicas y científicas supusieron una ruptura con las estructuras socioeconómicas existentes hasta el momento.
Desde 1850 se produjo en algunos países, sobre todo europeos, el fenómeno conocido como Segunda Revolución Industrial. Gran parte de los historiadores sitúan el fin de este proceso en 1914, coincidiendo con el inicio de la I Guerra Mundial. El petróleo, la electricidad y el ferrocarril son los factores sobre los que se apoya esta revolución.
El ferrocarril fue el medio de transporte que simbolizaba esta nueva época. Una época basada en la fe en la tecnología y en la posibilidad de superar todos los límites. En 1840 existían menos de 4.000 kilómetros de vía; en 1870, en Europa se superaron los 100.000 kilómetros y en Estados Unidos los 70.000. Este fenómeno puede considerarse la segunda fase de aquella primera Revolución Industrial que se vivió en el Reino Unido. En este caso, los países en los que se expandieron los avances industriales fueron Francia, Alemania, Bélgica, Japón y Estados Unidos. Posteriormente, la industrialización se extendería a España, Rusia e Italia y más tarde por el resto de países occidentales.
La Tercera Revolución Industrial es un proceso multipolar, liderado por Estados Unidos, Japón y la Unión Europea. Sus inicios datan de mediados del siglo XX. Se vincula con la Sociedad de la Información. No existe consenso en una fecha concreta para determinar su fin. Este concepto fue lanzado por el sociólogo y economista norteamericano Jeremy Rifkin. Posteriormente, lo recogieron y avalaron entidades e instituciones, como, por ejemplo, el Parlamento Europeo en el 2006.
La Tercera Revolución Industrial se asienta sobre nuevas tecnologías de la información y la comunicación, así como en las innovaciones que permiten el desarrollo de energías renovables. Como consecuencia las potencialidades de estos dos elementos actuando conjuntamente, se prevén grandes cambios en diversas áreas. Nunca antes se había llegado a unas cotas tan altas de interactividad e intercomunicación, al tiempo que las innovaciones en materia energética podían significar un cambio tan sustancial como el que se prevé con el desarrollo y explotación de fuentes renovables de energía.
La primera vez que se menciona la Cuarta Revolución Industrial es en 2011. El elemento clave de la Cuarta Revolución Industrial son las fábricas inteligentes, cuya principal característica es una mayor adaptabilidad a las necesidades de la producción y una mejora en la eficiencia de los recursos. Esta Cuarta Revolución se centra en los sistemas ciberfísicos, la robótica, el internet de las cosas, la conexión entre dispositivos y la coordinación cooperativa de las unidades de producción de la economía. Los especialistas anticipan que cambiará el mundo tal como lo conocemos.
¿Que es el patrimonio industrial?
Existen muchas definiciones de lo que es o no patrimonio industrial. Tomaremos como referencia la definición descrita por The International Committee for the Conservation of the Industrial Heritage (TICCIH):
«El patrimonio industrial es el conjunto de restos de la cultura industrial que poseen un valor histórico, tecnológico, social, arquitectónico o científico. Estos restos consisten en edificios y maquinaria, talleres, molinos y fábricas, minas y sitios para procesar y refinar, almacenes y depósitos, lugares donde se genera, se transmite y se usa energía, medios de transporte y toda su infraestructura, así como los sitios donde se desarrollan las actividades sociales relacionadas con la industria, tales como la vivienda, el culto religioso o la educación».
El Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE) da una definición más concisa del patrimonio industrial como:
«El conjunto de los bienes muebles, inmuebles y sistemas de sociabilidad relacionados con la cultura del trabajo que han sido generados por las actividades de extracción, de transformación, de transporte, de distribución y gestión generadas por el sistema económico surgido de la revolución industrial. Estos bienes se deben entender como un todo integral compuesto por el paisaje en el que se insertan, las relaciones industriales en que se estructuran, las arquitecturas que los caracteriza, las técnicas utilizadas en sus procedimientos, los archivos generados durante su actividad y sus prácticas de carácter simbólico».
Esta última incluye dos factores fundamentales desde nuestro punto de vista. El primero es la transformación del paisaje como resultado de las transformaciones debidas a la actividad extractiva e industrial y que hacen de nuestro entorno lo que son en la actualidad. El segundo es el cambio social y cultural provocado por la llegada de la industria a nuestros pueblos y ciudades.
Pero, ¿por qué debemos preservar nuestro patrimonio industrial?
Sir Neil Cossons decía en 2012 que «el paisaje industrial es un patrimonio incomprendido en el peor de los casos. En el mejor de los casos, un recurso histórico excepcional para ser reutilizado, regenerando comunidades, ofreciendo riqueza y oportunidades reales, reforzando la identidad cultural y creando nuevas perspectivas comerciales. Pero también puede ser un vívido recordatorio de cómo el mundo de hoy llegó a ser como es, cuando la industria empleaba comunidades enteras y proporcionaba el latido del corazón para muchas ciudades y pueblos. A este respecto, estos paisajes industriales históricos merecen nuestra mayor atención»
En Laciana, Valdeorras y el Bierzo la conservación de nuestro patrimonio industrial supone preservar la historia de nuestro territorio cuyo presente y futuro viene marcado por los cambios introducidos por las industrias que aquí se han asentado en los últimos 100 años.
La herencia industrial de nuestras comarcas y su realidad actual, con sus aspectos positivos y negativos debe ayudarnos como individuos y como sociedad a responder a las preguntas ¿Quienes somos? ¿De dónde venimos? y la más importante ¿Hacia dónde queremos ir?