Seleccionar página

La talla de Nuestra Señora del Refugio de Compostilla

 

La imagen de Nuestra Señora del Refugio está datada en el último tercio del siglo XII. Esta realizada en madera policromada y tela. Tiene una tamaño 70 x 23 cm y se conserva en el Museo Arqueolóxico Provincial de Ourense. Según la información que nos facilitan, la pieza ingresó por donación de Don Marcelo Macías el 25 de mayo de 1897.

Esta talla representa a María entronizada. Su rostro de perfil ovalado es candoroso y dulce. Va tocada por un velo blanco que dibuja un zigzag en su caída y por una corona real, signo de su dignidad de reina y corredentora.

Viste una túnica y un manto que todavía conservan la rica policromía original, en azul y rojo, enriquecidos con motivos de rombos y bordes adornados por una cinta dorada y negra que evoca la forma de delimitar los contornos en las miniaturas románicas. Con los brazos, que hoy no se conservan, sostendría al Niño, del que observamos su huella en el regazo de María.

Como es habitual en este tipo de tallas, la parte posterior no está trabajada ya que estas imágenes solían estar colocadas en un lugar preferente dentro de una hornacina sujeta a la pared, de modo que su parte posterior permanecía oculta.

La escultura tiene una función didáctica y para eso se elimina todo aquello que no es esencial y se realza lo que es fácil de comprender por unos fieles muchas veces analfabetos.

¿Quien era Marcelo Macías?

 

Nació en Astorga (León) el 1 de agosto de 1843. Fue un sacerdote y un auténtico estudioso del arte. Su primer contacto con el Bierzo se produce cuando lo nombran ecónomo de Bembibre hasta 1871, año en que se trasladó a Madrid donde se licenció en Filosofía y Letras.

Ejerció la enseñanza en Palma de Mallorca, Villanueva de la Serena y en 1882 ganó la cátedra de Retórica en Gijón. En 1884 llega a Ourense renunciando a su traslado a Madrid y a la cátedra de Lengua Española en la Universidad de Santiago. Fue profesor de Otero Pedrayo, Rey Soto y Eugenio Montes. Emilia Pardo Bazán, Otero Pedrayo y el padre Fita hablan de él como el mejor orador del momento.

Entre otras distinciones fue nombrado miembro de la Orden de Calatrava, comendador de la Orden del Cristo de Portugal, correspondiente de la Real Academia de la Historia en 1891, numerario de la Real Academia Gallega y correspondiente de la Real Sociedad Geográfica. En Orense fue presidente de la Comisión de Monumentos, director del Museo Arqueológico, presidente de la Asociación de la Prensa y delegado regio de Bellas Artes. En algún momento de este periodo suponemos que en uno de sus viajes entre Astorga y Ourense descubriera la Ermita de Compostiella y ante su lamentable estado usaría las ventajas de su cargo para hacerse con la imagen y llevarla a Ourense para su custodia y conservación.

En 1914 fue nombrado Hijo Predilecto de la provincia de León y las cuatro provincias gallegas, en 1925, lo nominaron como Hijo Adoptivo de Galicia. Astorga, su ciudad natal, lo distinguió como Hijo Predilecto y cronista oficial de la ciudad. Murió en Ourense 1941.

La Virgen en la iconografía románica:

 

El tema de la Virgen con el Niño es uno de los preferidos en la escultura religiosa de todos los tiempos y junto al de los Calvarios el más representado en la escultura hispana, entre los siglos XII y XIV. El tipo más habitual en la iconografía románica mariana fue la de Trono de Sabiduría que responde a modelos tradicionales de influencia bizantina. En ellos predomina la relación directa con la figura del Salvador. Siempre sostiene a su hijo en brazos mostrándolo al mundo, sin mantener con Él una relación maternal.

María se presenta así, como la mujer que hace posible el milagro de la Redención, y como tal aparece, con toda la dignidad, situada en un trono, hierática, frontal e intemporal. Habitualmente se emplea para esto una composición cerrada, de volúmenes geométricos reforzados por el empleo de la línea recta.

Estas pequeñas imágenes exentas fueron, generalmente, producto de talleres modestos de tipo popular que, a menudo, alejados de los grandes centros culturales se limitaban a repetir un número muy reducido de tipos iconográficos, que tuvieron mucha aceptación y larga pervivencia en el tiempo.