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Compostilla, un lugar en el Camino

 

Según el  Padre Flórez, Compostilla es un lugar en el Camino de Santiago.  Un paso obligado para los peregrinos que procedentes de toda Europa necesitaban, al llegar a Ponferrada, cruzar los ríos Sil y Boeza. Hasta que a finales del siglo XI, el Obispo Osmundo mandó construir el puente que le da nombre a la villa.

En el año 1908 se corona como patrona del Bierzo a la Virgen de la Encina. Con este motivo se realiza un concurso que gana D. Silvestre Losada Carracedo con su obra «Ermitas Marianas en el Bierzo». En la página que habla de Santa María de Compostilla sitúa el lugar entre el Sil y Columbrianos que por aquel tiempo tenía Ayuntamiento propio.

Nos dice que la Ermita era un Santuario que celebraba su romería el día 12 de abril y que su nombre lo debe a que pasaban por allí los peregrinos camino de Compostela.

Según la investigación realizada por Amador Diéguez Ayerbe, a principios del siglo XX, María López Álvarez era la propietaria de una viña que llamaban del Cementerio. Esta viña se formaba de otras dos menores, una parte había sido comprada a un tal Gabela de Columbrianos y la otra a una familia de San Lorenzo.

En la parte baja de aquella viña se encontraba la llamada «Ermita de Compostiella». Al derrumbarse parte de esta ermita la imagen de Nuestra Señora que en ella se veneraba fue trasladada a otra pequeña ermita situada en los pagos del Refugio, más exactamente en la Cuesta de San Martino. El propio Diéguez Ayerbe reconoce imposible acreditar el emplazamiento exacto de alguna de las ubicaciones del Santuario.

La talla de Nuestra Señora del Refugio de Compostilla

Paradigmática de esta iconografía resulta esta talla que representa a María entronizada. Su rostro de perfil ovalado es candoroso y dulce. Va tocada por un velo blanco que dibuja un zigzag en su caída y por una corona real, signo de su dignidad de reina y corredentora.

La imagen de Nuestra Señora del Refugio está datada en el último tercio del siglo XII. Esta realizada en madera policromada y tela. Tiene una tamaño 70 x 23 cm. Desde principios del siglo XX se conserva en el Museo Arqueológico Provincial de Ourense.

Viste una túnica y un manto que todavía conservan la rica policromía original, en azul y rojo, enriquecidos con motivos de rombos y bordes adornados por una cinta dorada y negra que evoca la forma de delimitar los contornos en las miniaturas románicas. Con los brazos, que hoy no se conservan, sostendría al Niño, del que observamos su huella en el regazo de María.

Como es habitual en este tipo de tallas, la parte posterior no está trabajada, ya que estas imágenes solían estar colocadas en un lugar preferente dentro de una hornacina sujeta a la pared, de modo que su parte posterior permanecía oculta.

La escultura tiene una función didáctica, y para eso, se elimina todo aquello que no es esencial y se realza lo que es fácil de comprender por unos fieles muchas veces analfabetos.

La Virgen en la iconografía románica

El tema de la Virgen con el Niño es uno de los preferidos en la escultura religiosa de todos los tiempos, el más representado en la escultura hispana, entre los siglos XII y XIV.

El tipo más habitual en la iconografía románica mariana fue el de Trono de Sabiduría que responde a modelos tradicionales de influencia bizantina. En ellos predomina la relación directa con la figura del Salvador.

Siempre sostiene a su hijo en brazos mostrándolo al mundo, sin mantener con Él una relación maternal.

María se presenta como la mujer que hace posible el milagro y como tal aparece, con toda la dignidad, situada en un trono, hierática, frontal e intemporal.

Habitualmente se emplea para esto una composición cerrada, de volúmenes geométricos reforzados por el empleo de la línea recta.

Estas pequeñas imágenes exentas fueron, generalmente, producto de talleres modestos de tipo popular que, a menudo, alejados de los grandes centros culturales se limitaban a repetir un número muy reducido de tipos iconográficos, que tuvieron mucha aceptación y larga pervivencia en el tiempo.